El Monje. Desde hace algunos años, ésta ha sido una de las clases más polémicas en los juegos de rol orientados a la fantasía épica, como D&D. Por un lado, existían los detractores de la clase, que decían que no pintaba nada en las ambientaciones del estilo, algo que puede ser discutible, pero que en general solucionaría con un si no te gusta, en tu partida lo cambias. Pero el segundo problema requiere hilar de forma algo más fina: el Monje es, en gran medida, una simplificación y una fetichización de la(s) cultura(s) de todo un continente. Nada más, y nada menos.
El clásico monje de fantasía. Imagen de Pinterest.
Si recuerdo bien, la primera aparición del monje como Clase en un juego de rol fue en 1975, en un suplemento para la prehistoria de D&D, Blackmoor. Entonces eran una especie de sub-clase del Clérigo orientada a las artes marciales que aderezaban con un pastiche de habilidades a medio camino entre un pícaro y un guerrero. Posteriormente, el nombre que recibió fue Místico (supuestamente para no identificarlo con ninguna religión existente), pero el estereotipo en tant que Shaolin ya había infectado la clase. Y en 1978 hizo su debut como una de las clases básicas, en el Players Handbook de la primera edición de AD&D. Desde entonces, el monje ha ido apareciendo y desapareciendo a través de las ediciones, pero jamás se liberó de la larga sombra de la idea que, en Occidente, se tenía de los Monjes Shaolin.
La propia idea de las artes marciales (ausente en todo el resto de las clases y ambientaciones), el uso de términos como ki para referirse a la fuente de las habilidades del monje y las propias declaraciones de empleados de la editorial TSR, que decían que el Monje había sido inspirado por la serie Kung Fu ya debería darnos una idea de por dónde iban los tiros.
¿Cuál es la problemática?
Que son, en esencia, un estereotipo racista, por más en positivo que lo tratemos de hacer. Como casi toda la fantasía épica, las ambientaciones de D&D han tomado como base la cultura europea tardomedieval, especialmente un tótum revolútum entre la Antigüedad Tardía y la Edad Media de la Europa noroccidental, con unos cuantos detalles renacentistas y post-renacentistas, salpicados de las razas de fantasía traídas de la Alta Fantasía. Tolkien meets Dante, o algo así. En esa base, no existe ningún tipo de cultura asiática. No hay ningún desarrollo de sus propios países, potencias, culturas o historias. Como mucho, existe una especie de mezcolanza entre la China de los Tres Reinos y el Japón del Sengoku Jidai que conforma algún tipo de imperio nebuloso que básicamente conforman un cajón de sastre donde se recogen todas las visiones occidentales sobre lo que es "el Este". Y de ahí vienen los Monjes en nueve de cada diez ambientaciones.
La clase Monje reduce a una caricatura varias decenas de culturas, religiones e identidades en un pastiche, con escasa sensibilidad. Incluso en no pocas veces son representados, visualmente, como personas con rasgos asiáticos. Es la misma simplificación que lleva a pensar que todos los orcos son varones combatientes Caóticos Malignos que viven en un barbarismo salvaje, pero con un extra de insensibilidad cultural.
En parte es por la falta de referentes propios: lo más parecido que existe en la cultura occidental serían los monjes-caballero cuyo máximo exponente fueron las órdenes de caballería militantes de origen religioso como los Templarios, los Hospitalarios o los Teutónicos, algo que no termina de encajar con la idea del Monje como fue concebido.
Entonces, ¿tienen cabida los Monjes en la fantasía épica?
Como muchas otras tantas cosas, la respuesta es: depende. A DJ y jugadores de todo el mundo les gusta esta clase (me incluyo) y creo que bien llevada puede ofrecer un aspecto interesante. Así pues, la cuestión clave es... ¿cómo incorporar la clase a nuestra ambientación?
No cabe duda que en una ambientación basada en una cultura asiática (o en más de una) los Monjes tienen un arraigo lógico: tenemos los japoneses sohei (como los monjes del Enryaku-Ji o los Ikkō-Ikki), los archifamosos practicantes del Shàolínquán o los bengalíes naga sadhus; incluso tengo escuchado que las formas antiguas del Muay Thai eran enseñadas en algunos templos (sí, hay vida más allá del ya citado Shaolin). Personalmente, en una ambientación con una fuerte inspiración de estas culturas, usaría la clase sin pulir más que los detalles más gruesos.
Esto sería válido también en un escenario mayor, donde existiera cualquier tipo de oposición cultural entre dos o más civilizaciones (digamos, por ejemplo, el comercio existente entre el Imperio Romano y la Dinastía Han y supongamos que estuvieran geográficamente más próximos) si atendemos al nivel de desarrollo e individualización de una(s) y otra(s).
Tanto en un caso como en el otro, pienso que deberíamos evitar que el Monje sea la única distinción del Este para no repetir los mismos errores (especialmente en el segundo caso, donde por desconocimiento, podemos caer en un worldbuilding de dos velocidades, con zonas muy desarrolladas por identificación cultural y otra desdibujada).
Pero, ¿qué pasa si queremos incluir Monjes y Monjas en nuestra ambientación y no se adapta a ninguno de los dos casos? ¿Qué pasa si queremos incluirlos porque molan? Bueno, qué se yo, hazlo. Ni yo ni nadie vamos a ir a tu casa a arrearte con el Manual de Monstruos de la 3.5 por ello.
- No, no, Rommie, pero yo quiero saber cómo incluirlos y darles un sabor propio sin que parezcan un cruce entre Bruce Lee y el Avatar Aang.
¿Qué define la Clase? ¿Cómo aparece la Clase?
Éste es el punto clave: ¿qué es, en terminos de representación y de mecánicas, un Monje? Más o menos, este arquetipo de aventurero casi siempre viene determinado por las siguientes características:
- Pertenece a una orden religiosa con cierto grado de reclusión y secretismo.
- Utiliza su cuerpo como arma principal.
- Se mueve por (o en la busca de) virtudes superiores.
- Tiene un estricto código de conducta.
- Su camino lleva a alguna clase de perfección o trascendencia.
Podríamos hilar un poco más fino, como que casi siempre está más orientado al ideal que a una Deidad personal o que muchas veces se le relaciona con armas exóticas, pero en principio, el núcleo de la clase son los puntos anteriores. Eso es lo que hace a un Monje, todo lo demás es accesorio o cosmético. Ya tenemos el esqueleto de la clase, ahora tenemos que ponerle la carne y la piel, lo que nos lleva a la segunda pregunta. ¿Por qué hay Monjes? ¿Cómo aparecen?
Pensar en cómo surgen los Monjes en tu ambientación es precisamente lo que va a marcar la diferencia entre una Clase con un sabor propio y otro McMonje más. Así que dedícale tiempo a esta pregunta. ¿Por qué, cómo, dónde, en qué circunstancias aparecen los Monjes? Piensa en las siguientes preguntas.
- ¿Cómo aparecen los monasterios, órdenes o sectas a las que tus monjes pertenecen?
- ¿Por qué aparecen? ¿Cómo son de comunes?
- ¿Cuál es la motivación para que aparezcan estructuras como los templos monásticos?
- ¿Qué papel juegan en el mundo?
Respondiendo cuidadosamente a estas preguntas será mucho más fácil volver sobre los cinco puntos anteriores que definían a la clase y darle a tu Clase un sabor único. Ahora sólo te queda no repetir los errores de usar términos ajenos a la cultura dominante de tu wordbuilding (creo que el ejemplo por excelencia es el uso alegre de chi o ki...).
Y para terminar, os ofrezco cómo los he rediseñado yo.
Los monjes en mi Woldbuilding. Los Hanustä de Dándryn.
He apostado por la imagen occidental que ha sido la constante en mi ambientación, de la misma forma que en la saga Elder Scrolls. Imagen de la saga.
En la raíz de la inspiración del mundo está una Era de los Descubrimientos a la europea, como ocurrió en los siglos XV y XVI, pero donde la cultura escandinava (y no la mediterránea judeocristiana) hubiera sido el principal motor del desarrollo sociocultural de las naciones. Los Monjes son, quizá, el elemento más "cristiano" que existe en mi worldbuilding, buscando en la cultura occidental una inspiración para la perfección corporal y militante que alejara los estereotipos asiáticos.
Hace tiempo hice en Twitter un hilo sobre el culto al cuerpo y el cristianismo musculoso en la Edad Victoriana, y esa idea ha sido el núcleo sobre el que construí mi clase de Monje. La idea anglicana del Mens fervida in corpore lacertoso ("Mente ardiente en un cuerpo musculoso") que convierte en un deber ético del cristiano el cuidar su cuerpo y mente y fortalecerse físicamente para los desafíos del mundo. A esa idea le añadí las virtudes platónicas y, bajo todo ello, la idea de una transcendencia superior no-teísta y anterior al propio concepto de Monje, como si todo el concepto monástico fuera una malinterpretación de algo mucho más antiguo y puro.
Existe una cita bíblica que fue una de las inspiraciones del Cristianismo Musculoso y que usé para enmarcar mi idea de la clase:
"¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo, quién está en vosotros y que habéis recibido de parte de Dios? No sois vuestros, porque habéis sido comprados por un precio. Por tanto, honrad y glorificad con vuestro cuerpo y espíritu a Dios"
Corintios 6:19-20.
Con esa idea en mente, me puse a trabajar: ¿Cómo se llega de un concepto como la iluminación a toda la imaginería y complejidad de una orden monástica? ¿Y cómo se pasa del no-teísmo a la adoración de la deidad?
Ésta fue más o menos la idea que esbocé:
Las comunidades monásticas deben su existencia al concepto del Acalaion. Los elfos al otro lado del Mar de Cristal llamaron así al "fuego interior" que piensan que existen en todas las criaturas dotadas de consciencia: aquello que puedes aportar al mundo dando lo mejor de ti. Sus filósofos, místicos y pensadores descubrieron que la máxima expresión del Acalaion es el Shu-Ri, Lo Sublime, una suerte de Complementación de uno mismo que lleva a la perfección, y por ende, a la iluminación. La perfección física sólo era una de las muchas formas en las que podía cristalizar el Acalaion.
Fueron también los elfos los que crearon las primeras comunidades protomonásticas para tratar de alcanzar el Shu-Ri, agrupándose sus miembros alrededor de Acalaion más o menos compatibles. Así nacieron los primeros hanustar, congregaciones, (y el término hanustä para sus integrantes). Estas comunidades, caracterizadas por la transmisión oral de sus enseñanzas y por la práctica en común, abiertas a todo el mundo, rápidamente alcanzaron una fuerte influencia política y social al estar habitadas por muchos de los mejores filósofos, artistas, atletas y pensadores de entre los elfos y se convirtieron no sólo en lugares de intercambio de ideas, sino también de influencia y poder.
Esto alejó a los Hanustar de sus objetivos originales, por lo que varios grupos de hanustä se marcharon lejos de los centros de poder, de las ciudades, las escuelas y de las fortalezas, y se dispersaron por el mundo, creando diferentes tradiciones o Vías para alcanzar el Shu-Ri. Así aparecen los primeros Hanustar apartados de los grandes centros urbanos. Por culpa de la dispersión, las Vías se transformaron en Escuelas, las Escuelas empezaron a buscar estudiantes en vez de permitir que los estudiantes las encontraran, y sus estudios y filosofías empezaron a transmitirse por escrito: habían nacido los monasterios.
Durante la Gran Migración de los elfos, muchos hanustä viajaron con ellos y se quedaron en las tierras donde los acogieron, y con el tiempo estudiantes de otras culturas y especies vinieron a ellos, y a su vez descubrieron nuevas Vías y fundaron nuevas Escuelas.
Durante el apogeo del Imperio Suryano y el auge del culto a las personificaciones del Sol, las deidades gemelas Aryss y Nekhara, nace la idea de que el Shu-Ri es tocar a los dioses, y esa idea se expandiría por las cuatro esquinas del Imperio y más allá e incluso prevalecería más allá de la caída del imperio. ¿Qué pasa cuando el ideal del Shu-Ri pasa a ser una forma de acercarse a los Dioses se encuentra con la tradición, nacida en el Nyraam, de las celebraciones deportivas para honrar a los dioses? Que la perfección física para a ser una glorificación de los dioses.
Son recordadas las palabras del filósofo Calantha, que a su vez fundaría la Orden monástica del Puño de Agnor, en su obra De la Mortalidad y sus cadenas: "En tiempo de Dioses enfrentados, ¿será el fraile, la clériga, el piadoso, la profeta lo suficientemente fuerte para proteger su Fe y a los suyos? Si el cuerpo de los Mortales es dado por los Dioses, ¡es para ser entrenado y dominado para el avance de las causas justas y ser testimonio viviente de la grandeza de las deidades!"
Es a Calantha a quién se le debe la idea de que si los cuerpos de los mortales son un regalo de los dioses, se entrena en hombre de los dioses, fortalecerse es un símbolo de su favor y alcanzar la perfección es rendir homenaje a los dioses y que la defensa de las causas de la fe pasa a ser un deber para el hanustä; esta idea se expandiría y enraizaría con fuerza en las crecientes comunidades monásticas y pervive hoy en día.
Creo que he logrado un equilibrio entre los puntos que caracterizan el Monje (artes marciales, búsqueda de la perfección, órdenes) con una visión más occidental (ética es estética, mens sana in corpore sano...), alejada del estereotipo de la clase en D&D, pero suficientemente cercana para que no se desvirtúe el arquetipo. Hice el concepto de Acalaion consustancial a la Consciencia y utilicé el concepto de ser un templo viviente en defensa de la Fe el motor para que las órdenes monásticas contemporáneas trabajaran con diversos estilos de lucha, tanto creados dentro de los propios Hanustar (como, dentro de mi worldbuilding, el Pugilato del Largo Silencio o el Wanuinënsuré) o existentes con anterioridad, pero incorporados (como el Dhûr U-Ghaz o el Mirmido).
A partir de esa idea, construí mi clase Monje para Dungeon World (cuyo playbook compartiré en una futura entrada, para los que os interese probarla).
¡Espero que os haya gustado esta!
Ahora, ¡alzad esos puños y que los Dados os sean propicios!